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Linker es un estudio artístico y creativo fundado en 1897 con sede en Madrid y expansión internacional, cuya especialidad es la pintura en miniatura.

Linker encuentra su condición de “diferente” en su firme empeño de mantener vivo un arte como la miniatura, cargado de historia, una auténtica manifestación artística llena de alma, sinónimo de paciencia, entrega y perseverancia para lograr la perfección de la obra.

El estudio tiene una larga tradición en creación artística: pintura, dibujo y retrato por encargo, cuya especialidad es el retrato en miniatura. Éste es un auténtico tesoro que puede utilizarse en joyería pero también adornando cajas, u otros objetos, o simplemente enmarcado a modo de cuadro.

La miniatura es un arte meticuloso y delicado que requiere de paciencia y horas de trabajo. Retratar es captar el alma, la personalidad, la esencia de las personas y las cosas. Un retrato en miniatura es una pequeña joya en la que volcamos el corazón y los conocimientos familiares que se han transmitido de generación en generación.

Mi nombre es Amaya Carnicer Nieto, y vengo de una familia dedicada al arte y la fotografía desde hace varias generaciones. Mi bisabuelo Ciriaco Nieto fue el fundador del estudio fotográfico y artístico Linker, en el que continuaron trabajando sus hijos, Víctor y Roberto, realizando fotografía de estudio y retratos pintados al óleo, acuarela o pastel, y especialmente miniaturas.

Como no podía ser menos dado el ambiente familiar, desde que alcanzan mis recuerdos me sentí profundamente atraída por el dibujo y la pintura. Para mi los mejores regalos eran las cajas de lápices de colores y las témperas y acuarelas. Siendo una niña comenzó mi formación artística recibiendo clases de dibujo y pintura. También sentí un gran interés por la fotografía, con mi cámara captaba todo aquello que me atraía, la luz, el color, las formas, las personas, e iba capturando momentos de mi infancia y juventud.

Para mi era un gran placer ir de visita al “Estudio”, en particular “la sala de recibir” ejercía sobre mi una gran atracción. Tenía las paredes empapeladas y cubiertas de retratos de bellas y elegantes señoras con collares de perlas, imponentes militares con vistosos uniformes, damas y caballeros antiguos con trajes de época, y niñas con vestidos vaporosos, que me miraban desde las paredes y me hacían soñar. Había una gran vitrina iluminada dónde estaban los objetos más pequeños y valiosos, exquisitas miniaturas de marfil, colgantes y broches de oro enmarcando delicadas miniaturas, y otros preciosos adornos. Cuando venían clientes nos mandaban pasar muy calladitos a la parte trasera para que nadie nos sintiera y nosotros desobedeciendo nos asomábamos detrás de la puerta para intentar ver y escuchar lo que mi tío hablaba con aquellos señores de acento diferente y hablar suave que venían de América. En la parte trasera estaba el cuarto de trabajo, dónde mi tío Roberto se situaba frente a la ventana para pintar sus retratos y miniaturas. Me encantaba verle con su visera negra mirando a través de su lupa de gran tamaño, empleando pinceles y lápices de finísimas puntas para crear aquellos maravillosos retratos. Me enseñaba cosas, el color idóneo para el cutis sonrosado, para el trigueño, para el moreno claro, cetrino o tostado… y poco a poco fui aprendiendo detalles del oficio. Yo, fascinada, intentaba imitar su trabajo cuando llegaba a casa, y pasaba las horas con mis cuadernos y mis lápices de colores poniendo en práctica todo lo que había aprendido y observado.

Muy pronto comprendí que quería estudiar Bellas Artes. Me licencié especializándome en Diseño gráfico, objetual y escenográfico, y continué mis estudios realizando el Master Internacional de Fotografía en la Escuela de Imagen EFTI. Fue en aquella época cuando le pedí a mi tío que me enseñase todas las técnicas familiares que iban a caer en el olvido por falta de sucesor, ampliando mis conocimientos sobre la pintura de miniaturas y otro tipo de retratos. Para entonces el “Estudio” ya había cerrado sus puertas, mi tío Roberto era uno de los últimos miniaturistas españoles, y fue una oportunidad poder aprender de su larga experiencia de toda una vida dedicada a la fotografía y a la pintura.

La miniatura es un arte meticuloso y delicado que requiere de mucha paciencia y horas de trabajo y entrega. Retratar es captar el alma, la personalidad, la esencia de las personas y las cosas. Un retrato en miniatura es un pequeño tesoro en el que vuelco el corazón. Con la ayuda de la lupa y de lápices y pinceles de finísima punta voy trabajando con delicados trazos para lograr captar todos los detalles en pequeñas dimensiones. Hago uso de los conocimientos y consejos que mi tío abuelo Roberto me transmitió con gran cariño y pincelada a pincelada, muy poco a poco, voy trabajando hasta que logro el resultado deseado.